Ahora dicen que indignarse es un buen negocio


Un nuevo triunfo ideológico/discursivo del carriotismo después del “son todos chorros” que viene pregonando desde hace 5 años, y que hoy se presenta como una verdad incuestionable, está asomando en el horizonte político argentino.
La oposición encontró un arma política increíblemente eficaz a la hora de oponerse a algo y no contar con los argumentos suficientes ni las propuestas superadoras para rebatirlas: hoy (y cada vez con mayor frecuencia) la oposición se indigna, cada vez son más los dirigentes que se sienten “moralmente” en contra de tal o cual medida.
Carrió no sabía como articular dos ideas para oponerse a la re estatización de las AFJP, hasta que se le prendió la lamparita. Se indignó.
La estrategia de “me indigno” renace con el proyecto de blanqueo de capitales al que el oficialismo dio media sanción.
No está mal indignarse; el problema es cuando la indignación le gana a la política, enterrándola dos metros bajo tierra. Un ejemplo: quién puede estar en desacuerdo con la idea de que el pago tiki taka al FMI fue inmoral, en un país donde grandes capas de la población no tenía (ni tiene) para comer. Pero al mismo tiempo fue una medida política y estratégicamente acertada, necesaria, indispensable.
En relación al tan mentado blanqueo, y a riesgo de ser catalogado de ultra pragmático, me juego: la medida será acertada si se logran juntar unos 4 o 5 mil millones de verdes. Fracasará si junta menos de eso.

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