La gente del centro de diagnóstico y analisis para la planificación estratégica de Rosario elaboró un documento titulado “El proyecto estratégico de país y de la región que plantea el órgano estratégico del liberalismo con asiento en la argentina”.El órgano estratégico no es otro que el diario La Nación.
Este trabajo recupera distintas editoriales del Dr. Mariano Grondona, desde los cuales el diario plantea la estrategia general para derrotar al Kirchnerismo. Veamos algunas muy interesantes que separé en cuatro ejes:
Estrategia General.
En la editorial del domingo 23 de noviembre de 2008 titulada ¿Qué es Kirchner, un líder o un dictador?, Grondona caracteriza al “régimen Kirchner” como una “intradictadura” y propone la estratgia general para “recuperar la democracia”:
La escisión del bloque oficialista de la Cámara de Diputados marca la primera grieta del kirchnerismo. Después de su espectacular derrota frente al campo en el Senado, Kirchner se dedicó a restablecer la disciplina entre los que no lo votaron en esa ocasión y, con la ayuda de la "caja", consiguió parcialmente su intento en casos como los de Schiaretti en Córdoba, y tanto del peronista Reutemann como del socialista Binner en Santa Fe. Al frente de un puñado de diputados peronistas no kirchneristas, sin embargo, Felipe Solá resistió la contraofensiva del ex presidente. Solá y los suyos podrían sumarse a otros líderes peronistas como el gobernador Alberto Rodríguez Saá, el senador Juan Carlos Romero, el diputado Francisco de Narváez y el ex presidente Duhalde. De este modo, se conformó lo que ha dado en llamarse "la pata peronista" de una amplia convergencia opositora que además promete crecer con la reconciliación interna que procura el radicalismo al convocar a antiguos disidentes como Elisa Carrió, Ricardo López Murphy y el vicepresidente Julio Cobos. Dentro y fuera del peronismo, pues, la oposición a Kirchner está despegando.
Pero la rebelión de Solá es importante no sólo como un "hecho" que marca el debilitamiento del kirchnerismo sólo once meses antes de las elecciones cruciales de 2009, sino también por los "dichos" que la acompañaron. Al anunciarla, en efecto, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires señaló que "detrás de nuestra ruptura hay una concepción política. Dos o tres personas deciden todo sin consultar a nadie. Hay un cesarismo gobernante. O se vota todo o se es un traidor. Según como se ande con el Gobierno, la plata viene o no. Me parece que el primer gobierno del kirchnerismo fue muy bueno, pero una cosa es el estilo político y otra muy distinta es el unicato, el cesarismo".
Estas severas palabras llevan a plantear una pregunta insoslayable: ¿cómo definiremos el poder de Néstor Kirchner? ¿Nos hallamos ante un liderazgo fuerte, en última instancia compatible con la democracia, o ante una incipiente dictadura?
Kirchner no fue ni es un gobernante democrático. Pero tampoco es fácil encuadrar a Kirchner en los ejemplos clásicos de la tiranía. Debe anotarse que el inmenso poder "indirecto" del que goza Kirchner a través de su mujer, los gobernadores y los legisladores que le obedecen tiene un origen electoral y sólo podría ser inhibido por otra elección adversa, recién a partir de 2009. Si esta elección adversa se concretara de aquí a once meses, sólo entonces un Congreso eventualmente antikirchnerista podría someter a la señora de Kirchner a juicio político por no exhibir independencia respecto de las órdenes de su marido, discurriendo en tal caso el poder legítimo en dirección de Cobos.
Mientras quede pendiente la posibilidad de una elección limpia en 2009, por lo dicho, subsiste entre nosotros una "democracia mínima". Diríamos entonces que el régimen de Kirchner es lo que podríamos llamar una intradictadura , esto es, el desarrollo de un poder dictatorial sobre sus propios colaboradores "dentro" y no "fuera" de las instituciones democráticas, a la manera del unicato. Pero esta última línea de defensa de la legitimidad de su poder quedaría desarticulada en el mismo momento en que en 2009 o después cundiera el fraude; en tal caso se destruiría la base irrenunciable de la democracia, que no es otra que la voluntad soberana de los ciudadanos.
Las prioridades para 2009.
Un mes después, el Domingo 28 de diciembre de 2008, Grondona desarrolla las prioridades para el 2009 y el rol opocitor en el nuevo escenario en: “Los tres desafíos del año que viene”, escribe:
EL año que viene será crucial para los argentinos por tres razones. La primera de ellas es económica. La segunda es política . La tercera es institucional.
El desafío económico que enfrentaremos se desdobla como en un movimiento de pinzas, porque habrá que seguir en el curso del año la evolución de la crisis financiera internacional, que por supuesto nos afectará, y verificar además cómo responde ante ella nuestro gobierno. En cuanto al desafío político, quizás el más urgente de los tres, irá al compás de un crescendo que culminará en las elecciones de octubre porque, según sea su desenlace, para entonces sabremos cuánto poder, mucho o poco, les quedará a los Kirchner de ahí en adelante. Pero, gane o pierda la oposición en octubre, el tercer desafío le concierne directamente a ella porque en el año que comienza empezará a demostrarles a los argentinos si es capaz de concebir un futuro sin los Kirchner, un futuro "poskirchnerista", que lleve en sus entrañas un nuevo país republicano y democrático en curso hacia una larga etapa de estabilidad política y de progreso económico y social como el que estamos esperando desde 1983, desde el advenimiento de la democracia, en dirección del pleno desarrollo de nuestras formidables posibilidades, para ponernos en línea con el éxito que ya han conseguido países europeos como España y que están consiguiendo países latinoamericanos como Brasil, Chile y Uruguay. Este desafío es el más importante de los tres que hemos mencionado porque ya no será económico o político sino "institucional". Es sólo si responde a este tercer desafío que la Argentina volverá a la historia grande de la que estuvo ausente entre 1930 y hoy.
Pero 2009 será también un desafío político porque en su transcurso el Gobierno retendrá o perderá el Congreso. Si gana las elecciones parlamentarias de octubre y retiene como consecuencia su mayoría parlamentaria, tendremos todavía dos años más de "superpoderes", de Consejo de la Magistratura, de blanqueos para los amigos, de dependencia de los gobernadores de lo que quede de la "caja" y de impunidad para la corrupción. Si las pierde, en cambio, se abrirán dos escenarios. Si tanto el Gobierno como la oposición se condujeran con moderación, podría concebirse todavía lo que los anglosajones llaman un soft landing , un "aterrizaje suave" como el que está teniendo el propio Bush, un viaje sin grandes incidentes hacia el inevitable recambio presidencial de 2011.
Si los Kirchner intentaran empero contradecir la voluntad popular adversa expresada en las urnas, podrían volver tiempos agitados para los argentinos. Una de sus posibilidades sería lo que los anglosajones llaman un crash landing, un "aterrizaje forzoso", que esperemos que no termine como el del presidente De la Rúa, con la diferencia de que la Argentina contaría en esa emergencia con el vicepresidente que no tuvo en 2001.
Una situación límite a la que ningún argentino de bien querría llegar se daría si, para evitar todo aterrizaje, duro o blando, el Gobierno consintiera en expandir un mal que no ha dejado de acecharnos: el incomparable mal del fraude. Esto es lo que entre todos deberíamos evitar si es que nuestro sistema ha de seguir siendo una democracia.
Hasta aquí hemos hablado del Gobierno. Al lado del deber de contenerlo, de limitarlo, la oposición afronta otra responsabilidad mayúscula: concebir y ejecutar el proyecto de
la Argentina poskirchnerista, esto es, refundar una auténtica república democrática. Sólo así volveríamos a ser lo que fuimos entre 1853 y 1930: un país en alza en el concierto de las naciones. Este es el deber mayor de los opositores: no sólo contener y eventualmente derrotar en las urnas al kirchnerismo, sino trascenderlo en dirección de la democracia republicana y progresista que aún nos debemos.
Hacia el Nuevo Acuerdo de San Nicolás.
“El "Pacto" y los "pactos"”. Miércoles 11 de febrero de 2009.
Los partidos de la oposición están sumando fuerzas en torno de dos núcleos principales. En la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, se proyecta el triángulo Macri- Narváez- Solá. En el orden nacional, continúa el acercamiento entre la Coalición Cívica,
el radicalismo (con Cobos adentro) y el socialismo. Si el objetivo es derrotar a los Kirchner para quitarles la mayoría en el Congreso en octubre de este año y para desalojarlos del poder en las elecciones presidenciales de 2011, la doble convergencia opositora de la que estamos tomando nota es necesaria pero insuficiante.
Si se mantiene la relación actual según las encuestas que le dan al kirchnerismo un 30 por ciento de los votos contra un 70 por ciento de la oposición, el problema de este año va a ser que esta relación pueda ser leída por los argentinos el lunes siguiente al comicio de manera tal que no queden dudas de que los Kirchner han sido vencidos. Para que la lectura de las cifras sea evidente, hará falta no sólo que la suma de las oposiciones confirme aquella relación de 70 a 30, sino también que al menos una de las formaciones opositoras sobrepase individualmente al kirchnerismo para que éste no pueda alegar que, pese a su derrota global, continúa siendo la "primera minoría".
Si fuera sólo "global", si no incluyera además una primera minoría no kirchnerista, la victoria opositora de octubre podría ser, digamos, "psicológicamente" insuficiente. Pero hay una segunda insuficiencia contra la cual los opositores deben precaverse, a saber, que su conjunción no tendría que limitarse a una suma de pequeños "pactos" electorales sino que debiera apuntar además al gran "Pacto" fundacional de una nueva república, como fueron el Acuerdo de San Nicolás que siguió a la derrota de Rosas en Caseros, en 1852, y los Pactos de la Moncloa que se firmaron en España a dos años de la muerte de Franco, en 1977.
Es que, si la Argentina va cambiar de veras de 2011 en adelante, necesita un Pacto que reúna, en principio, dos condiciones. Primero, como los dos pactos mencionados, debe ser "unánime". Así como del Acuerdo de San Nicolás, una vez que se sumó Buenos Aires, nadie quedó afuera ni siquiera los rosistas salvo el círculo íntimo de Rosas, y así como en la Moncloa coincidieron todos los partidos españoles incluído el Comunista, el nuevo pacto de los argentinos tendría que abarcar hasta a los kirchneristas, salvo el círculo íntimo de los Kirchner.
La segunda condición es que el nuevo Pacto debiera contener lo principios esenciales de la nueva república democrática que los argentinos queremos fundar. Lograrlo exigirá una ardua tarea pero, si no la realizáramos, la misión histórica del poskirchnerismo quedaría incompleta5.
La alianza que acaban de anunciar Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá completa el esquema de la oposición. Si se tiene en cuenta que también se consolida la alianza entre la Coalición Cívica de Elisa Carrió, el radicalismo probablemente sumado a Julio Cobos y el socialismo de Hermes Binner, podría decirse que la oposición que enfrentará al kirchnerismo en las elecciones de octubre próximo tiende a concentrarse en torno de dos ejes principales, uno de ellos (Carrió, radicales y socialistas) de centroizquierda y el otro (Pro y peronistas disidentes) corrido más hacia el centro de nuestra geografía política.
Los dos frentes opositores que se están formando, empero, son territorialmente heterogéneos. Podría decirse en este sentido que, en tanto que la coalición de centroizquierda aspira a tener un alcance nacional, la coalición de centro se concentra por ahora en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, pero nada obsta para que el peronismo disidente del interior se sume finalmente a ella, también con la intención de cubrir el territorio nacional.
Pero, así como las dos formaciones opositoras son doctrinariamente vecinas, ya que ambas sostienen los principios de la república democrática, la formación oficialista es centralista y vertical porque sólo obedece a la voluntad de un hombre.
La batalla final. Octubre.
Para Grondona las elecciones de octubre definen mucho más que la composición del parlamento, lo que está verdaderamente en juego son dos países posibles, dos “sistemas de vida política”.
“Los dos triángulos y la pirámide”. Domingo 15 de febrero de 2009. Veamos:
Dos países posibles
Las democracias avanzadas de nuestro tiempo presentan una estructura bipartidaria en virtud de la cual compiten dos fuerzas políticas principales de alcance equivalente, ambas doctrinariamente republicanas y democráticas, turnándose en el poder según oscile el humor de los votantes. Esto es válido no sólo para los demócratas y los republicanos norteamericanos, los populares y los socialistas españoles, los laboristas y los conservadores británicos, la Concertación Democrática y la derecha chilena, los continuadores de Lula y de Cardoso en Brasil y los nacionales o blancos y el Frente Amplio uruguayos, sino también prácticamente para todas las democracias republicanas de nuestro tiempo. En ninguno de estos sistemas políticos militan con alguna posibilidad de éxito los unicatos sometidos a un líder pretencioso de reelecciones sin término. Para encontrar regímenes políticos similares al kirchnerismo, habría que incluir entonces al populismo autoritario de Chávez en Venezuela, de Correa en Ecuador y de Morales en Bolivia.
Lo cual quiere decir que, en octubre, no competirán entre nosotros simplemente tres formaciones políticas doctrinariamente equivalentes, sino dos opuestos sistemas de vida política . Esto confiere especial dramatismo a nuestra próxima contienda electoral. Si ganan los triángulos de centro y de centroizquierda, la Argentina empezará a encolumnarse en dirección de las democracias "normales" de nuestro tiempo. Si en cambio prevalece la pirámide kirchnerista, el país oscilará en dirección del desvío antidemocrático que hoy impera en una subregión latinoamericana. Lo que estará en juego en octubre, por lo tanto, no será la mera confirmación o la mera declinación de un líder o de un partido en el fondo similar a sus competidores, sino el destino mismo de la democracia.
A continuación, y en el mismo artículo, Grondona explica el modo correcto de analizar los resultados de la elección:
¿Qué significa "ganar"?
[…..] la respuesta a esta pregunta no va a ser fácil. Supongamos, para tomar un ejemplo, que en octubre la "pirámide" obtenga algo más del 30 por ciento de los votos mientras cada uno de los triángulos que la enfrentan obtiene algo menos del 30 por ciento. En tal caso, ¿quién se dirá que ha ganado? La oposición dirá con cierta razón que cerca del 60 por ciento de los opositores es más que algo más del 30 por ciento del Gobierno. Pero el Gobierno lanzará su formidable maquinaria de propaganda para sostener que,
desde el momento en que ha llegado primero, desde el momento en que ha demostrado ser la primera minoría, el kirchnerismo es el que ha triunfado.
El objetivo institucional de las elecciones de octubre será, por otra parte, llenar las bancas que queden vacantes del Congreso. Otra manera de juzgar quién ganó y quién perdió la contienda será preguntarse entonces cómo queda la actual mayoría abrumadora del kirchnerismo en el Congreso. Si la nueva suma de las bancas le da ventaja a la oposición, aunque sea mínima, el kirchnerismo habrá perdido el control del Congreso. Y esto equivaldría para él a una catástrofe, porque ¿cómo haría para gobernar de ahí en adelante sin "superpoderes" y sin Consejo de la Magistratura, cómo lo haría sin manipular a su antojo las votaciones parlamentarias? Si aun con aquella abrumadora mayoría el kirchnerismo fue derrotado en el Congreso por el campo en 2008, ¿qué podría pasarle si quedara en minoría?
En tales circunstancias, dos observaciones son pertinentes. La primera es que, siendo la rigidez un rasgo central de la personalidad de Kirchner, se vuelve difícil imaginarlo "flexible", "negociador", en esa nueva etapa. La segunda, que si bien los participantes de ambos triángulos competirán entre ellos en octubre, su manifiesta cordialidad recíproca permite anticipar que no les sería difícil formar mayorías parlamentarias. El signo para determinar quiénes han ganado en octubre podría ser, por ello, quienes quedarán en posesión del Congreso, un Congreso cuyo máximo magistrado es, más allá de los desprecios presidenciales que recibe de continuo, nada menos que el vicepresidente Cobos, una "reserva institucional" para tiempos de crisis con la que no contó en su momento el presidente De la Rúa, debido a lo que ahora se ve claramente como la falta de visión institucional que afectó en su momento al vicepresidente Alvarez.
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Jauretche decía que no leer La Nación era asimilable a estar en una batalla, encontrar el parte de guerra del enemigo y dejarlo a un lado.
¿Y el nuestro? Me parece que se está dibujando por acá y por acá.
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