Un caño de mitad de cancha.



Un agujero tenía mi vida. El revistero de mi casa enmudeció hace… ufff, años. La revista dejó de ocupar un lugar importante en mi vida. Un lugar que no pudieron reemplazar ni los libros, ni la tele, ni los blogs, ni la radio, ni nada. Hoy mi revistero es casi un adorno abandonado. Alguna que otra Debate, un Le Monde, para hacer más tolerable algún viaje de larga distancia. Caras y Caretas a veces, casi nunca. Alguna Barcelona y pará de contar.
¿Como fue que pasó? ¿En que momento dejé de hipnotizarme con esos gigantescos puestos de diarios? Yo solía pasar horas ahí parado comiéndome las tapas, eligiendo, jugando a que elegía. Ahora, de vez en cuando, transito por obvias librerías llenas de certezas. Nada sorprendente, todo tedio. Una recorrida monótona por los estantes de política, de historia, Historia Política, Política Histórica. Economía política…..
Al puesto de diarios lo reduje a su más vil sentido práctico. Hoy de pedo que compro el diario y la valijita Billiquen para mi hijo.
Un bajón para alguien que visitaba el quiosco de revistas de la Terminal de colectivos de Comodoro como si fuera un viaje a Disney,
La infancia con Isidoro, Lupín, Paturuzú, el increíble Pepe Sánchez. La temprana adolescencia con 13/20 y sus posters de los Guns que se ponían amarillos en tiempo record, Cazador, El hombre araña, Goles, El Gráfico. La literatura prohibida (censura etaria) de Humor y su versión Humor sex, la Fierro, tremenda la Fierro. Las mil y una noches que pasé con las minas de Altuna. ¡Gracias Altuna! Me enseñaste que las minas son mejores. Que hay una mujer perfecta que perdona todas nuestras imperfecciones, en algún lugar. Esperando.
A mediados de los ´90 todo se hizo negro. La trinchera cultural era aburridísima. Allí toqué fondo, mordí el polvo, me hundí en las profundidades del infierno soporífero del Ojo Mocho y la Escena Contemporánea, aprendí a leer bloques de texto sin más diseño que una negrita, me empecé a acostumbrar, hasta me puse cómodo.

En el fondo sabía que algo no funcionaba. Cada tanto, en vacaciones, volvía a casa y revisaba las cajas de revistas, en el fondo de ese arcón de cultura me esperaba, entre muchas, siempre fiel, aquel Grafico con la foto del capitán Beto gritando el gol a los bosteros en la bombonera, haciendo un nudo la camiseta a la altura del corazón, pero del otro lado, con la de Fate con el escudo del leoncito, mirando a la tribuna. ¡Que hermosa revista! Y yo leyendo un dossier especial sobre la Revolución Francesa. ¡Que boludo!

Pocos sacudones tuvo mi vida de lector de revistas en estos últimos años, Arde Filo, La Barcelona, y claro, Un Caño. Esa sí que me dejó pasmado, una revista de futbol con grandes periodistas y mejores escritores, investigación, literatura, historia todo atravesado por el futbol. Demasiado buena para que dure. Fueron un par de números y chau, de nuevo a caminar por el desierto editorial cual Wanchanquei.
Hoy a la mañana leo en Enciclomedios que volverá a salir. Con la base del plantel anterior (Victor Hugo Morales, Pablo Llonto, Gustavo Veiga, Ariel Senosiain, Ezequiel Fernández Moores, Matías Martin y Mariano Hamilton) y nuevas incorporaciones (Ruso Verea, Varsky, Bonadeo, Capusotto, Fabri) Un cosquilleo me recorre el cuerpo desde entonces, mis aburridas certezas comienzan a desmoronarse como una pirámide de cartas. Mi cabeza se llena de preguntas: ¿Qué día sale? ¿llegará a Córdoba? ¿en que quiosco la consigo? ¿Dónde firmo la suscripción?
Estoy felíz. Mi ocio vuelve a tener sentido. Cuando llegue a casa voy a limpiar el revistero.

2 comentarios:

Pablo Carrizo dijo...

las ideales para leer en una sesión de ñoba (ni tan grandes como una sábana de diario, ni tan difíciles de doblar sin culpa como a un libro).

las de un billete y vuelto.

las releídas.

las revistas.

las "sin lomo".


tremenda crónica hermano, me voy al kiosco para ver qué le cuelga.

pablo.

leandrog dijo...

Negro: Ya te voy a encontrar escondido atras de un fernet.

y vas a ver
vas a ver

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