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La ley de la selva mediática



No me jode que la oposición siga haciendo fila india para chuparle el clarín a Magneto, en serio, no me jode para nada, te juro. Que digan que el gobierno aprieta periodistas con el ante proyecto de ley menos que menos, hasta me da gracia. Me da la impresión que los calificativos de la oposición al gobierno ya están tan vaciados que nada alarma, nada asusta. Dijeron que el kirchnerismo es igual al nazismo. Que se robaron 100 mil millones de los jubilados. Que la campaña la pagaron los laboratorios que producen droga. Que Cristina está loca. Que Nestor está loco. Que Moreno está sano. Que es un gobierno Montonero. Comunista. Chavista. Castrista. Peronista. Entreguista. Desviacionista. Devaluacionista. Estatista. Privatista. Cortoplasista Nacionalista. Paternalista. Asistencialista. Y no pasa nada. O mejor dicho, pasa, el gobierno más ista de la historia va a ganar las elecciones.
Ahora, que los muchachos sigan mintiendo sobre los peligros de la ley para la libertad de prensa, con los mismos infames argumentos que vienen repitendo en lugares como este, me saca.
Hoy Clarin escribe:
El proyecto de una nueva Ley de Radiodifusión impulsado por el Gobierno viene generando expresiones de rechazo en sectores de la oposición. Ayer, en el instituto Hanna Arendt, Carrió lanzó fuertes críticas: "No nos vamos a prestar a este juego, menos en un proyecto en el que cada dos años se pueden revocar las licencias. Justamente cada dos años, cuando hay elecciones. Es decir que todo el periodismo y la comunicación va a depender del gobierno de turno porque, si no acompaña, le revocan la licencia y a otra cosa. Esto es autoritarismo, no es Ley de Radiodifusión".

¡Es un librito así de chiquitito, gorda! Leé el proyecto, porfa leelo.

Sobre todo en la parte que dice que las licencias duran 10 años, y que cada dos hay comisiones evaluadoras, independientes del poder ejecutivo.

Ahora dicen que indignarse es un buen negocio


Un nuevo triunfo ideológico/discursivo del carriotismo después del “son todos chorros” que viene pregonando desde hace 5 años, y que hoy se presenta como una verdad incuestionable, está asomando en el horizonte político argentino.
La oposición encontró un arma política increíblemente eficaz a la hora de oponerse a algo y no contar con los argumentos suficientes ni las propuestas superadoras para rebatirlas: hoy (y cada vez con mayor frecuencia) la oposición se indigna, cada vez son más los dirigentes que se sienten “moralmente” en contra de tal o cual medida.
Carrió no sabía como articular dos ideas para oponerse a la re estatización de las AFJP, hasta que se le prendió la lamparita. Se indignó.
La estrategia de “me indigno” renace con el proyecto de blanqueo de capitales al que el oficialismo dio media sanción.
No está mal indignarse; el problema es cuando la indignación le gana a la política, enterrándola dos metros bajo tierra. Un ejemplo: quién puede estar en desacuerdo con la idea de que el pago tiki taka al FMI fue inmoral, en un país donde grandes capas de la población no tenía (ni tiene) para comer. Pero al mismo tiempo fue una medida política y estratégicamente acertada, necesaria, indispensable.
En relación al tan mentado blanqueo, y a riesgo de ser catalogado de ultra pragmático, me juego: la medida será acertada si se logran juntar unos 4 o 5 mil millones de verdes. Fracasará si junta menos de eso.
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